EL DIOS QUE YO CONOZCO

7.01. LOS MESES, LAS FIESTAS Y LAS ESTACIONES DE LOS HEBREOS

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7.00. Diferencias con el calendario rabínico posterior

El calendario judío y las variantes sectarias del período intertestamentario y de la era cristiana, no interesan a los efectos de nuestro estudio. Pero en la Mishnah, y después en la Gemara, escritas en los primeros siglos de la era cristiana, encontramos unas pocas informaciones en cuanto al calendario judío hacia fines del siglo II DC y en épocas posteriores, mayormente en la forma de tradiciones relacionadas con costumbres anteriores.

En la Mishnah se encuentra la narración del examen de testigos ante el Sanedrín para determinar la aparición de la luna nueva y el anuncio del nuevo mes mediante señales de fuego.

Las preguntas que se hacían en cuanto a la forma exacta de la luna nueva parecen indicar que no se tomaba en cuenta la primera creciente apenas visible, sino la fase posterior (en forma de "cuerno"), lo cual sugiere que pudo haberse computado un intervalo mayor entre conjunción y creciente.

Según otras preguntas, parece que los examinadores no buscaban tanto información como confirmación de conocimientos ya obtenidos mediante cálculos. Ciertamente los rabinos indican que aún se seguía el procedimiento de observar detenidamente la luna nueva mucho después de haberse conocido los principios científicos que posibilitaban el cálculo de la luna nueva.

En los argumentos talmúdicos, muchos de los cuales indudablemente datan hasta del siglo V DC, se aplican erróneamente conceptos posteriores a tiempos anteriores; por lo tanto, deben emplearse con cautela estas enseñanzas tradicionales contradictorias.

Por ejemplo, la suposición de que el 16 de Nisán casi podía haber coincidido con el equinoccio de primavera, se opone a las realidades de la cosecha de la cebada y a la evidencia de los documentos del período postexílico. Las referencias tradicionales a la luna llena de pascua pueden indicar esfuerzos hechos para estabilizar el mes en relación con la luna llena, al menos en Nisán, aunque los papiros del siglo V AC no insinúan siquiera esto.

Es muy probable que en el período del segundo templo los meses se hubieran regulado, al menos en parte, mediante elementos ajenos a la simple observación de mes en mes, pero por las fuentes que ahora poseemos no se puede estar seguro de cuándo habrá comenzado tal cómputo y hasta qué punto fue usado.

Finalmente, después de la destrucción de Jerusalén por los romanos, y la dispersión y persecución de los judíos bajo emperadores posteriores, tuvo que abandonarse la práctica de regular el calendario desde Jerusalén. Se adoptó entonces un esquema arbitrario, a fin de que los judíos de todos los países pudiesen computar las fechas de las fiestas sagradas de un modo uniforme. Desde entonces los judíos en Babilonia o en cualquier otro lugar pudieron regular el calendario por medios artificiales, independientemente de la cosecha de la cebada en Judea o la aparición de la Luna en Jerusalén.

Una vez se pensó que el calendario hoy existente no había cambiado desde el siglo IV, pero ahora la mayor parte de las autoridades en la materia creen que la reforma fue un proceso gradual, ocurrido en el transcurso de varios siglos, la cual incorporó antiguas tradiciones y posteriores perfeccionamientos.

Algunas de las disputas medievales entre los rabinos que abogaban por un calendario fijo y los caraítas que procuraban mantener la regla de la observación y de la cosecha de la cebada, indican que se mantenía aún vivo el problema del calendario. La sucesión que ahora usa el calendario judío, con 7 años de 13 meses en cada ciclo de 19 años y la numeración de los años a partir de una supuesta era de la creación,¹ no fue adoptada por los judíos hasta la Edad Media.

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¹ Los años 3º, 6º, 8º, 11º, 14º, 17º y 19º de cada ciclo, contados a partir de un comienzo teórico en 3761 AC.