La cuestión del 13er. mes surgía sólo una vez cada dos o tres años, pero el asunto del comienzo del mes estaba siempre presente. Sobre todo después del cautiverio, cuando la mayoría de los judíos permanecieron en Babilonia, se convirtió en un problema muy real lograr que todos los fieles observaran juntos las nuevas lunas y las fiestas.
La diferencia en el fechado de documentos era cosa de poca monta, pero para los piadosos resultaba espantosa la posibilidad de que algún judío pudiese profanar un día sagrado mientras otros lo observaban.
La santidad del templo y el prestigio del sacerdocio hicieron que los judíos de Babilonia buscaran la solución de este problema en Palestina. Así el calendario postexílico, aun el que seguían los judíos que durante siglos permanecieron en Babilonia, era regulado desde Jerusalén.
La santidad del templo y el prestigio del sacerdocio hicieron que los judíos de Babilonia buscaran la solución de este problema en Palestina. Así el calendario postexílico, aun el que seguían los judíos que durante siglos permanecieron en Babilonia, era regulado desde Jerusalén.
El primer día del mes -al menos después de cada mes de 29 días- era anunciado por señales de fuego repetidas de cerro en cerro para hacer llegar la noticia a las zonas distantes de Palestina, y aun hasta Babilonia. Pero después los samaritanos encendieron falsas señales, un día antes de tiempo, y los judíos que vivían a gran distancia de Jerusalén comenzaron un nuevo mes después de 29 días, cuando ese mes debía haber tenido 30 días. Por eso las señales ígneas fueron reemplazadas por mensajes llevados por corredores o correos.
En Egipto, donde no se podían usar las señales de fuego, y posteriormente en todos los países fuera de Palestina, los judíos comenzaron a celebrar las nuevas lunas y las fiestas en dos días seguidos, para estar ciertos de observar el día debido. Ni siquiera era seguro que un mes que seguía a uno de 29 días tendría 30 días. Esta duda respecto al comienzo del mes llevó a la observancia de dos días: el 30 y el siguiente. En Roma esta costumbre era bien conocida.
En Egipto, donde no se podían usar las señales de fuego, y posteriormente en todos los países fuera de Palestina, los judíos comenzaron a celebrar las nuevas lunas y las fiestas en dos días seguidos, para estar ciertos de observar el día debido. Ni siquiera era seguro que un mes que seguía a uno de 29 días tendría 30 días. Esta duda respecto al comienzo del mes llevó a la observancia de dos días: el 30 y el siguiente. En Roma esta costumbre era bien conocida.
Horacio se refirió en sus Sátiras ( i. 9. 67-70) al "tricesima sabbata" o sea "sábado del día 30.º" de los judíos:
Horacio: Ciertamente no sé porque desean hablar en secreto conmigo, decías.
Fusco: Recuerdo bien, pero déjame hablar en mejor momento; hoy es tricesima sabbata: ¿Quieres ofender a los judíos de la circuncisión?
Una vez que la duración de los meses se estableció mediante cálculos, podía saberse por anticipado el número de días que tenían sin depender de la observación directa; pero no sabemos cuándo se realizó el cambio de la observación a una sucesión regular de meses de 30 y de 29 días. Tenemos muchas pruebas directas en cuanto al calendario postexílico, por documentos fechados de los judíos hallados en Egipto, pero la evidencia de estas fuentes ha dado lugar a diferencias de opinión sobre la cuestión del cálculo versus la observación.
Es probable que los funcionarios encargados del calendario hubieran empleado métodos para calcular mientras retenían aún la costumbre de llamar testigos para que informasen la aparición de la luna nueva cada mes, o al menos en el mes de Nisán. Tales procedimientos tradicionales naturalmente se deben haber seguido mucho tiempo después de que ya eran innecesarios.
Durante el período cuando el mes dependía de la observación de la luna nueva, o al menos de su confirmación por testigos, había incertidumbre en los lugares distantes en cuanto a la fecha exacta dentro del mes, porque por ciertos factores variables la aparición de la luna nueva no podía predecirse.
El hecho de no verse la luna nueva al atardecer después del día 29 del mes, podía indicar que el mes debía tener 30 días; también podía indicar que las condiciones atmosféricas, desfavorables para la visibilidad, impedían que se la viese antes en Jerusalén que en otras partes. Además, la diferencia de longitud entre Palestina y Babilonia podía hacer que algunas veces la luna nueva fuese visible en Jerusalén, cuando ya se había puesto en Babilonia.
Estos elementos de incertidumbre influyeron aún después de computarse la luna nueva astronómico, llamada "la Luna en conjunción".